Al tratarse de especies arbustivas, si queremos aprovechar adecuadamente sus propiedades, se recomienda su uso con frutales o similares asociándolos cerca del árbol o árboles a favorecer. La forma de colocarlos dependerá de los métodos de gestión del propio agricultor/a. Por ejemplo, pueden intercalarse filas de arbustos entre las filas de árboles (siempre que no estén muy alejados) o asociar un arbusto a uno o varios árboles. En el caso de bosques de alimentos, es interesante sembrar inicialmente un buen porcentaje de la superficie del terreno con arbustos leguminosos y una mucho más pequeña con frutales intercalados entre éstos. De este modo, los arbustos leguminosos se irían podando para enriquecer el suelo de los frutales (chop and drop) y conforme los frutales se desarrollaran y cogieran tamaño, irían tomando protagonismo a costa de los leguminosos. De este modo, se consigue un alto enriquecimiento del suelo cercano al frutal sin usar ningún tipo de insumo externo, y simulando la sucesión natural de muchos bosques.
Las especies leguminosas elegidas deben de ser autóctonas, evitando así el problema derivado de la invasividad de este tipo de especies cuando son introducidas en ecosistemas foráneos. Es el caso, por ejemplo, de las robinias o las acacias que, pudiendo jugar un papel similar a estos arbustos en relación a los cultivos, se “escapan” fácilmente de jardines y demás, convirtiéndose en un problema en los ecosistemas autóctonos.